POLICIALES
Doble femicidio: el periplo de las víctimas, desde una denuncia por violencia de género hasta el ataque a balazos
Ocurrió en el barrio Nueva Esperanza de la localidad de San Antonio
El asesinato se consumó frente a la casa de las víctimas, Débora Elizalde (23) y Gabriela Agüero (39). El acusado, Sergio Kozak (33), escapó y es buscado en la zona de frontera. En diciembre ella lo había denunciado por violencia y estaba vigente una restricción de acercamiento.
La localidad de San Antonio, fronteriza con Brasil, amaneció ayer sacudida por un cruento doble femicidio cometido en el corazón del barrio Nueva Esperanza.
Un conocido comerciante, identificado como Sergio Kozak (33), mató a balazos a su novia, Débora Elizalde (23) y a la madre de ésta, Gabriela Agüero, una docente de 39 años. El ataque ocurrió minutos antes de las cuatro de la madrugada y alrededor de dos horas después de una primera agresión frente a una bailanta en la que se encontraron de casualidad, situada en el paraje Gramado, sobre la ruta nacional 101.
Desde ese lugar el hombre persiguió a las víctimas (que volvieron a su casa en remís junto a Rafael, uno de los hijos varones de la educadora que estaba también en el local bailable) por unos 15 kilómetros hasta el domicilio en San Antonio, al mando de su camioneta, una Fiat Toro, con la que primero intentó atropellarlas pero finalmente desenfundó un revólver calibre 38 y desde el habitáculo las ejecutó a corta distancia.
Sin perder tiempo ante semejante hecho, el hijo y hermano de las víctimas, Rafael, se abalanzó sobre Kozak y después de un intenso forcejeo logró quitarle el arma, por lo que el sujeto decidió continuar la marcha con rumbo incierto.
Recién cerca de las 9 de la mañana la camioneta fue encontrada abandonada en una chacra del paraje Cerro Siete, poco menos de ocho kilómetros hacia uno de los caminos laterales que se desprenden de la ruta 101, a unos diez kilómetros de la escena del crimen. Tenía las puertas trabadas y de Kozak no había señales, por lo que se presume se escapó hacia Brasil por uno de los tantos pasos ilegales que ofrece la frontera seca.
Hasta el cierre de esta edición era buscado pero los investigadores no tenían datos concretos de dónde podría estar oculto. Incluso cerca del mediodía tenían certezas de que seguía con vida en razón de que estaba activo en sus redes sociales, pero después de esa hora dio de baja sus cuentas y el rastreo satelital ordenado judicialmente se hizo imposible.
Sobre las víctimas, el examen preliminar realizado por el médico policial detectó en ambas mujeres impactos de bala en la zona superior del tórax, que comprometió órganos vitales. La madre tenía además otra herida de arma de fuego en la mano, señal de defensa.
El titular del Juzgado de Instrucción Tres de Puerto Iguazú, Martín Brites, viajó con su equipo de trabajo hasta la localidad fronteriza y supervisó personalmente las tareas periciales, tanto en el lugar del crimen como en el sitio del hallazgo de la camioneta. Fue quien ordenó que los cuerpos sean llevados a la Morgue Judicial en Posadas para que el Cuerpo Médico Forense haga la autopsia en el transcurso de esta jornada.
Relación incipiente pero tóxica
El doble femicidio conmocionó a la comunidad en razón de que el acusado es un comerciante de buen concepto en el pueblo y propietario de un telecentro en el que trabajaba Débora. En ese sitio se conocieron y comenzaron una relación de pareja que en pocas semanas se tornó bastante tóxica y conflictiva, al decir de los familiares de las víctimas.
Incluso desde ese entorno confirmaron que en diciembre del año pasado ella lo había denunciado por violencia de género y estaba vigente una orden de restricción de acercamiento que ambos incumplieron. De hecho, Débora continuaba concurriendo a trabajar al negocio de Kozak y el vínculo se mantuvo.
«Era una relación incipiente pero tóxica, conflictiva», contó Fabio Agüero, hermano y tío de las víctimas a El Territorio y prosiguió detallando que «él (por Kozak) se había separado de su esposa anterior, con la cual tuvo dos hijos, la segunda nacida hace un par de días. Y conoció a mi sobrina en el comercio, ella empezó a trabajar y así empezaron, pero en diciembre le metió una denuncia por una agresión. Tenían prohibido verse, pero continuaron como si nada, entre idas, vueltas y discusiones».
Encuentro en la bailanta
En ese contexto el domingo a la noche se encontraron en la bailanta de Gramado, que ofrece una matiné que se extiende hasta las cuatro de la madrugada. Suponen los investigadores que fue de casualidad pero alcanzó para que los ánimos se caldearan y afuera del local ocurrió la primera agresión, preludio del trágico final.
«Eran pasadas las dos cuando el hombre (por el femicida) salió atrás de ellas y comenzó a agredirlas, por lo que intervino un policía y lo echó. Éste hizo con una mano el ademán de un disparo apuntando a las víctimas, subió a la camioneta y se fue. Las chicas entraron otra vez», recordó Héctor Olivera, cuidador de la bailanta.
El crimen estaba en marcha
Pero no terminó ahí. Cerca de una hora después Kozak regresó. «Estaba despierto aún, vi que volvió en el mismo vehículo pero esta vez otro hombre llegó detrás, manejando una camioneta blanca de cabina simple. Estuvieron estacionados e incluso entraron otra vez a la bailanta, al poco rato las mujeres se retiraron», acotó Olivera.
La reconstrucción a partir de testimonios y elementos de prueba indican que en ese intervalo Kozak manejó hasta San Antonio para buscar el revólver y volvió con la intención de ejecutar su amenaza. Por eso al verlo otra vez en el local y temiendo por una nueva agresión, madre e hija (junto con Rafael) decidieron retirarse en un remís.
El femicida salió atrás y las siguió hasta que decidió terminar con la vida de ambas. No se sabe aún si el ataque fue dirigido a Débora y Gabriela se interpuso, eso va a poder clarificar el hijo que se salvó y terminó siendo testigo directo, quien ayer tuvo que ser medicado por el estado de crisis nerviosa y no estaba en condiciones de aportar mayores detalles.
La fuga y una lata de cerveza
La principal hipótesis da cuenta de que después de matar a su novia y suegra, Kozak se dirigió a la chacra en Cerro Siete, que es de su propiedad y en la que varias veces organizó fiestas con sus allegados. Dejó en ese sitio la camioneta y se borró, pero antes tuvo tiempo de tomar una lata de cerveza y planificar la fuga.
«Los primeros datos indicaron que el hombre acostumbraba a venir a esta chacra, que había un quincho donde hacía asados con sus amigos, por eso se concentró la búsqueda por estos lados y no estuvimos errados porque acá descartó la camioneta», confió una fuente policial en un breve descanso en la búsqueda del femicida.
El uniformado reveló además un detalle que de alguna manera marca la frialdad con la que actuó el acusado tanto antes como después del crimen. «Encontramos una lata de cerveza consumida. Es decir que dejó la camioneta, la llaveó, tomó cerveza en el quincho y después escapó. Fue una fuga planificada, tal vez se comunicó con alguien o lo asistieron. Son hipótesis que no podemos descartar», confió el detective.
Pero otro dato escalofriante también salió a la luz ayer: cerca de la medianoche del domingo Kozak llamó a otra de sus empleadas y le comunicó que el lunes no se presentara a trabajar, que no iba a abrir su local. «Está claro que planificó el crimen, se anticipó a lo que iba a hacer, estaba decidido a matar a Débora pero mató también a su mamá, a mi hermana», analizó Fabio Agüero.
En ese punto añadió que «nos queda pedir que se haga Justicia. Tengo confianza en que lo van a detener porque es un tipo que no tiene antecedentes, no tiene experiencia en fugas y además no le quedan muchas opciones. No le encontramos explicación a lo que hizo, tiene que estar en la cárcel, es lo que se merece. Nos arruinó de forma definitiva», cerró Fabio.
Fuente: El Territorio