La mujer que lleva más de 30 años brindando amor y dignidad a los abuelos del Hogar San Martín
La historia de Margarita Monroy:
Margarita Monroy Surijanovic nació en San Miguel, Buenos Aires, hija de inmigrantes chilenos que llegaron a Argentina en busca de una vida mejor. Creció en un entorno familiar cercano, pero sin la presencia de abuelos, tíos o primos. En su lugar, fueron los vecinos quienes se convirtieron en su «tribu», enseñándole la importancia del vínculo humano.
A los 26 años, su vida cambió drásticamente cuando su esposo la abandonó y ella se quedó sola con su hijo de cinco años. A pesar de estar sin trabajo y sin experiencia, Margarita aceptó un puesto en el Hogar San Martín como mucama, sin saber que allí encontraría un propósito y un refugio. En 1993, el hogar era un refugio para jubilados militares, y aunque su tarea inicial era lavar bandejas y hacer camas, Margarita comenzó a vincularse con los residentes, desarrollando una relación de profundo cuidado y respeto hacia ellos.
El poder de cuidar:
El punto de inflexión para Margarita fue cuando, con el corazón roto por la separación de su esposo, se dio cuenta de que el dolor de las personas mayores que atendía era mucho más grande que el suyo propio. El primer abuelo que atendió fue el señor Ávila, a quien bañó con el mismo respeto y amor con el que atendería a su propio padre. Fue en ese momento cuando Margarita comprendió que su dolor podía ser sanado a través de la conexión con aquellos que necesitaban su ayuda.
A lo largo de los años, Margarita ha estado junto a los residentes del hogar, proporcionando no solo asistencia física, sino también emocional. Para ella, cada uno de los abuelos tiene una historia que merece ser escuchada. El amor que les brinda va más allá de la tarea profesional, y Margarita lo considera una verdadera misión de vida. Entre los momentos más especiales que recuerda, destaca su relación con la poeta Josefina Arroyo, una mujer que pasó sus últimos años en el hogar y con la que forjó un vínculo muy profundo. Josefina, quien inicialmente no quería que nadie la tocara ni la atendiera, fue una de las residentes más especiales para Margarita. A pesar de su actitud desafiante, Josefina encontró en Margarita una amiga, y juntas compartieron muchas tardes de café, charlas y recuerdos.
A lo largo de su trayectoria, Margarita también recuerda momentos conmovedores con otros residentes, como el abuelo Menéndez, quien le regaló el único tesoro que poseía, un tarro de dulce de leche, y la señora que siempre estaba enojada, a quien no solo cuidó, sino que también le dio el apoyo emocional que necesitaba en sus últimos días. Margarita recuerda con cariño cómo estas personas le brindaron un amor incondicional cuando ella más lo necesitaba.
El legado de Josefina Arroyo:
Josefina Arroyo, escritora y poeta, fue otra de las figuras que marcó la vida de Margarita. Josefina pasó sus últimos años en el Hogar San Martín, donde no solo compartió su amor por la literatura, sino también su historia de vida llena de luchas y éxitos. A pesar de su delicada situación de salud, Josefina demostró una gran fuerza, y gracias al apoyo de Margarita, logró reencontrarse con viejos amigos y colegas escritores. A lo largo de los años, Josefina dejó una huella imborrable en la vida de Margarita. A su muerte en 2022, le dejó una nota en la que agradecía a Margarita todo el amor y la atención que le brindó.
El propósito de toda una vida:
Hoy, a los 62 años, Margarita sigue trabajando en el Hogar San Martín, donde se desempeña como coordinadora de turno, pero siempre se considera una cuidadora. Aunque está cerca de la jubilación, no puede imaginar su vida fuera de ese lugar que ha sido su hogar durante más de tres décadas. Para ella, cuidar a los abuelos no es solo un trabajo, sino una vocación que la ha ayudado a sanar sus propias heridas y le ha dado un propósito de vida.
Margarita también hace un llamado a la sociedad para que valore el tiempo con los adultos mayores y reconozca la importancia de estar presentes en sus vidas. “A veces no hace falta decir nada, con sentarse al lado de un abuelo y quedarse en silencio alcanza”, afirma, dejando claro que el afecto y la compañía son tan valiosos como cualquier otra forma de cuidado.